Cuando me diagnosticaron el TOC me sentí, en un parte muy pequeñita, reconfortado. Al
menos sabía por fin por qué yo vivía lo que lo vivía y cómo lo vivía. Pero eso
no reduce la angustia. No reduce el miedo. Pasé una época muy difícil. Y por
supuesto, al principio no quería tomar la medicación.
Me crie pensando que la enfermedad mental era lo
peor que te podía pasar. Que te convertía en un despojo social. Donde yo vivía
todo eso eran “tonterías”, “gilipolleces”. Si sentías algo que no entendías no
lo hablabas. Si estabas triste o inapetente era que te “faltaban cojones”. “Los
tíos no piden ayuda”. “Los tíos no van al loquero”. “Las pastillas te drogan”.
Así que la primera vez que comencé a tomar la
medicación fue un duro ejercicio. Sabía que tenía que hacerlo porque si no me
estaba muriendo en vida. Pero aun así… cada vez que tomaba una pastilla lo
vivía como un sacrificio.
Así que cuando me retiraron la medicación en una
época de estabilidad pensé que ya lo sabía todo. Pensé que con esa experiencia
en la vida en adelante todo iba a ser cosa mía, que yo podría gestionar
cualquier cosa.
Y eso pensaba cuando por situaciones diversas
llegue a momentos de riesgo donde estaba mucho más vulnerable. Creía que yo
podría con todo. Empecé a buscar explicaciones fuera de mí y, lo que es peor,
culpables fuera de mí de lo que estaba pasándome. Algo fuera siempre era causante
de lo que yo estaba sintiendo. ¿Cómo no iba a ser así? ¡Yo era la ostia! Sabía
que era capaz de aprender y hacer cualquier cosa. Por lo tanto, como ya había
vivido una época mala en mi vida, ya había aprendido a manejarlo, ya no
necesitaba ayuda. De lo contrario… es que habría fracasado. Porque “volver a
estar enfermo” era fracasar.
Así que sí, la segunda vez en que mi TOC tomó el
control me costó aún más que la primera pedir ayuda. Y es que las creencias, la
educación que yo había recibido, la sociedad donde me crie… me marcó. Como nos
marca a todos. Y en los momentos malos es donde nos agarramos, aun sin querer,
probablemente sin darnos cuenta, a las verdades que construyeron nuestra
identidad pues cuando tienes miedo supongo que tu cabeza hace cualquier cosa para
al menos, ya que está pasando por eso que no entiende, no sentirse vulnerable.
Supongo que también porque también me educaron, aun
mucho más como hombre, en que ser vulnerable era ser débil, flojo… entre otras
lindezas que todos podéis imaginar. Imaginad lo que suponía para mi SER TOC…
Así que no, he constatado que la primera vez no
rompí con las creencias. Estoy orgulloso sí de aquella época porque sí que
aprendí (muy al final) a escuchar a los médicos (estuve años yendo por que
tenía que ir, pero no los oía). Pero las creencias, la educación, lo que me
enseñaron a pensar no se rompe tan fácil.
Ahora estoy orgulloso porque no he tardado tanto en
pedir ayuda. Sí, me he dejado media vida en el camino. No sé qué ni cómo será
mi futuro. Pero lo he hecho. He pedido ayuda. Y ahora que la medicación y la
terapia me han ayudado a cuidar mi cerebro para poder controlar mi pensamiento
sé e identifico que mis creencias son eso, creencias. Sí ahora digo SOY TOC sin
miedo. Y sin la angustia de negarlo, de querer que desaparezca. Porque sé que
nunca se irá. Y que no pasa nada. Sé que siempre habrá en mí un miedo y unos
pensamientos recurrentes tremendamente angustiosos. Pero sé que puedo vivir con
ellos. Sé que algún día él, mi TOC, y yo haremos las paces y sacaremos algo
bueno de nuestra relación. Quiero que así sea. Será difícil y duro. Pero voy a
por ello.
Así que hoy os comparto esta foto. Sin embargo… ¿Queréis
que os diga que no me cuesta nada tomármela? No puedo. Porque sí, sé que todos
los prejuicios son creencias, pero están ahí. Sin embargo es gracias a tener esta
ayuda que soy el dueño de mi pensamiento y con ello puede tener un poco más de
libertad para elegir qué hago, cómo y cuándo. No, no hay una pastilla que cure
mi patología. Pero me ayuda. Y pedir ayuda, por mucho que nos hayan dicho que
es de cobardes (o quizás precisamente porque nos lo han dicho) es lo más
valiente que puedes hacer.
Es verdad, yo lo tengo más fácil. Salí del entorno
en que vivía y vine al pink wolrd. Tengo una familia que me quiere, me apoya y
para la que la salud mental es lo que tiene que ser. De vital importancia y la
mejor herramienta para llegar a ser feliz. Nunca un lastre ni una vergüenza.
Eso facilita mucho las cosas.
Pero al final la decisión es tuya. Y no, nadie te
va a entender. Pero… ¿de verdad tú entiendes lo que te está pasando? No. Seguro
que tampoco entiendes como con la vida que te rodea o lo que tienes sientes lo
que sientes. Entonces… ¿Qué puedes perder por confiar en las personas profesionales,
psicólogas, psiquiatras…?
Hoy os digo esto, hace dos semanas no hubiese sido
capaz. Pero he salido. Y nunca es tarde. Y mi futuro estará en mis manos porque
sé que soy una persona que tiene que cuidar su salud mental quizás de otra
forma o con complementos diferentes a los de la mayoría. Pero sé que eso no
tiene nada de malo porque en realidad a donde me conducirá será a la libertad.
Yo controlaré y eso no tiene precio. Los prejuicios, las burlas, los miedos,
los reproches, lo que sea que venga de fuera, me importan un comino. O me importarán
un comino. Porque sé lo que son, sé lo que soy, sé lo difícil que es este camino
y sé que lo estoy andando. Ahora sí, con mi sertralina, mi orfidal, mis
consultas muy consecutivas, etc. Ahora sí soy la ostia.
Y tod@s podemos serlo. Jun@s.
La aceptación de la realidad y atreverse a decirlo, te libera. Aunque sea un poco,ya no toda la responsabilidad es tuya...ahora lo compartes. En definitiva se trata de vivir y sentirse lo mejor posible y estar orgulloso de lo que hacemos...y de lo que damos. La mente viaja mucho...y siempre se suele traer en sus viajes regalitos de vuelta que ,a veces ,no son muy agradables. Buscar el equilibrio es la clave en mi caso...y en eso , con la motivación, el entrenamiento, la nutrición y las pautas que me estás dando está contribuyendo a aumentar ese equilibrio en las demás facetas de mi día a día .
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